Los chicos de séptimo año habían organizado un campamento con los profesores de educación física. El lugar elegido estaba al pie de una sierra que el grupo tenía planeado escalar uno de los días.
Felipe preparó una mochila chiquita con unos sánguches, una cantimplora y crema para el sol. Lucas, en cambio, puso dentro de su mochila todo lo que se imaginó que podía llegar a necesitar durante la excursión.
Cuando terminó de colocar todo, la mochila pesaba tanto que era casi imposible levantarla para ponerla sobre sus hombros.
Cuando llegó el momento, comenzaron a ascender y, en el primer descanso, mientras Felipe y los demás chicos se sentaban sobre la tierra y se ensuciaban la ropa, Lucas sacó una lona, la extendió sobre el piso y, después, para descansar mejor sacó una pequeña almohada para apoyar la cabeza. Todos lo miraban y lo envidiaban un poquito. Siguieron ascendiendo y, cada vez, el camino se hacía más difícil.
Lucas se cansaba notablemente a causa de tanto peso que tenía que acarrear. Hasta que llegó un momento en que no pudo más.
-Vas a tener que dejar algo, porque, si no, no vas a llegar a la cima -le dijo Felipe.
-Todo lo que llevo es importante, no puedo dejar nada -contestó medio enojado Lucas.
Uno de los profesores se acercó a ellos y le dijo que si no podía más, uno de los más grandes se iba a quedar con él, y que a la vuelta, lo pasaban a buscar para volver al campamento.
A Felipe le dio lástima que Lucas se quedara sin llegar hasta arriba y entonces propuso:
-¿Por qué no nos repartimos entre todos lo que lleva Lucas? Si cada uno lleva un poco, nadie lo va a sentir tanto.
Ese día Lucas aprendió mucho.
Se dio cuenta de que hay cosas que son importantes pero no indispensables y que podemos vivir mejor sin ellas.....
Ah! También aprendió qué es la solidaridad.
Felipe preparó una mochila chiquita con unos sánguches, una cantimplora y crema para el sol. Lucas, en cambio, puso dentro de su mochila todo lo que se imaginó que podía llegar a necesitar durante la excursión.
Cuando terminó de colocar todo, la mochila pesaba tanto que era casi imposible levantarla para ponerla sobre sus hombros.
Cuando llegó el momento, comenzaron a ascender y, en el primer descanso, mientras Felipe y los demás chicos se sentaban sobre la tierra y se ensuciaban la ropa, Lucas sacó una lona, la extendió sobre el piso y, después, para descansar mejor sacó una pequeña almohada para apoyar la cabeza. Todos lo miraban y lo envidiaban un poquito. Siguieron ascendiendo y, cada vez, el camino se hacía más difícil.
Lucas se cansaba notablemente a causa de tanto peso que tenía que acarrear. Hasta que llegó un momento en que no pudo más.
-Vas a tener que dejar algo, porque, si no, no vas a llegar a la cima -le dijo Felipe.
-Todo lo que llevo es importante, no puedo dejar nada -contestó medio enojado Lucas.
Uno de los profesores se acercó a ellos y le dijo que si no podía más, uno de los más grandes se iba a quedar con él, y que a la vuelta, lo pasaban a buscar para volver al campamento.
A Felipe le dio lástima que Lucas se quedara sin llegar hasta arriba y entonces propuso:
-¿Por qué no nos repartimos entre todos lo que lleva Lucas? Si cada uno lleva un poco, nadie lo va a sentir tanto.
Ese día Lucas aprendió mucho.
Se dio cuenta de que hay cosas que son importantes pero no indispensables y que podemos vivir mejor sin ellas.....
Ah! También aprendió qué es la solidaridad.
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